Cómo ser un paraíso natural protege a Asturias de las pandemias

Elena G. Bandera
Elena G. Bandera REDACCION

ASTURIAS

Vista de Muniellos
Vista de Muniellos Manuel S. CalvoTurismo de Asturias

El biólogo asturiano Alfredo Ojanguren analiza las claves de la pandemia de origen animal y la importancia de la conservación de los ecosistemas y de las especies «que nos quedan»

08 oct 2020 . Actualizado a las 21:18 h.

«No es nada nuevo ni reciente que los ecosistemas bien conservados proporcionan beneficios, que se llaman servicios ecosistémicos, a las sociedades humanas que vivimos cerca de ellos. Aire o agua limpia, paisaje, beneficios económicos como el turismo… y un beneficio clásico que está en todos los listados de los servicios ecosistémicos es la protección frente a plagas y pandemias. Eso está en los libros de texto desde hace mucho tiempo», asegura el biólogo asturiano Alfredo Ojanguren, profesor de Zoología en la Facultad de Biología de la Universidad de Oviedo y miembro de Geotrupes, una asociación que lleva años reclamando que la conservación de la biodiversidad en el Principado se base en criterios científicos.

«Un ecosistema mejor conservado, sin sobreexplotación, protege frente a plagas y epidemias. Eso era así antes del coronavirus y sigue siendo así», indica Ojanguren, que recuerda también que reducir los niveles de explotación de los recursos naturales y de destrucción de los ecosistemas solo tendría efectos positivos. Incluso en la pequeña escala.

«La sobreexplotación nos está llevando a perder la gallina de los huevos de oro que es Asturias»

«Si tomarse en serio la protección de los ecosistemas y de las especies que nos quedan en Asturias va a reducir la probabilidad de que vuelva a haber una pandemia en un 0,01% ya es algo. Y eso lo podemos hacer nosotros: proteger los ecosistemas y mantener su biodiversidad para que sean más estables solo tiene beneficios, que son esos servicios ecosistémicos que nos están dando gratis los ecosistemas. La sobreexplotación es matar la gallina de los huevos de oro que es, por ejemplo, Asturias», sostiene. «Podemos sacar tanto por el turismo que atrae Asturias por la naturaleza que tiene y sacar un huevo al día, pero si quieres sacar tres te acabas cargando la gallina. La sobreexplotación -insiste- nos está llevando a perder la gallina de los huevos de oro, mientras que todo lo que sean ecosistemas saludables significa beneficios y, entre ellos, esa protección clave frente a plagas y pandemias».

Ojanguren recuerda también que esta pandemia de origen animal ha llegado en una situación de cambio global, que es ese círculo vicioso previo al SARS-Cov-2 en el que se retroalimentan la crisis climática, la destrucción de la biodiversidad, la aparición de especies invasoras o los cambios de concentración de gases en la atmósfera o en los ciclos de nutrientes.

«Son una serie de factores que llamamos cambio global y sabemos desde hace mucho tiempo que dos de sus consecuencias, en plan película de Hollywood, son los fenómenos climáticos extremos y una mayor frecuencia de las pandemias». El ejemplo de la pandemia lo tenemos encima, con un impacto global sin precedentes, al igual que el calor que se ha registrado en estos primeros cuatro meses de 2020 en parte del planeta o el ciclón que llegaba estos días a India y Bangladesh, que son los últimos ejemplos de fenómenos meteorológicos extremos.

«Ese ciclón, el más fuerte del que hay registro en la zona, ya se predijo hace mucho tiempo y está pasando. Pero ya hace 10, 20, 30 años que están pasando estas cosas y esos 30 años son un microsegundo en tiempo geológico al hablar de cambios en la atmósfera. Es rapidísimo». La aparición de una pandemia como este coronavirus, la cuarta de origen animal en lo que va de siglo, era previsible aunque sus consecuencias hayan sido tan impactantes.

«Cuanto más destruyes con deforestaciones o con cambios de uso del suelo más billetes de lotería tienes para que se produzca el salto de virus de animales a humanos»

Entre las muchas lecciones que está dejando esta crisis sanitaria reconvertida en económica, Ojanguren señala que habría que replantearse los sistemas actuales de producción de alimento y los patrones de consumo, que incrementan el riesgo si se tiene en cuenta el origen animal de los coronavirus y la alta mutabilidad del SARS-Cov-2. «Que un animal salvaje en un bosque en cualquier lugar tenga un virus que, con una pequeñísima mutación, pueda llegar a causar un problema también incrementa el riesgo porque cuanto más cerca viva la gente de ese animal más posibilidades hay de que se produzca ese salto. Cuanto más estás destruyendo o acercándote con deforestaciones o con cambios de uso del suelo más billetes de lotería estás comprando para que se produzca ese salto», explica. Un salto que podría producirse en cualquier lugar del mundo, incluida Asturias. «No hay ninguna razón por la cual no podría pasar aquí. Por ejemplo, un murciélago que vive en los huecos de los árboles del bosque de Muniellos si empieza a ir mucha gente. Ese virus podría estar ahí o en cualquier sitio. O en un pájaro que anida en el tejado de mi casa. Cuanto más cerca estemos de ese animal más billetes estaremos comprando para que vuelva a pasar esto».

«Con los salmones asturianos se ha perdido una oportunidad»

Preservar la vacuna que ofrecen los ecosistemas ante futuras pandemias debería ser clave. Pero también los «granitos de arena» de cada uno de nosotros y fundamentalmente de los gobiernos de cualquier administración por pequeña que sea. «La conciencia ambiental de la gente respecto a estos problemas es importante, pero es una cuestión de los gobiernos, que son los que tienen capacidad de hacer algo, pero no solo Donald Trump o Pedro Sánchez, también el presidente del Gobierno asturiano o el alcalde Cangas de Narcea. La protección de la biodiversidad no es solo algo que afecte al Amazonas y a lo que decida Bolsonaro, es de todos y en todos los niveles de gobierno se pueden canalizar los cambios que se necesitan», considera Ojanguren.

Pone ejemplos locales. «¿Es muy importante que se pesque el campanu o no? ¿Es muy importante que una carrera de montaña pase en época de cría de urogallos por encima de dos de los cantaderos de Muniellos, que es donde quedan ahora urogallos que es una especie que está al borde de la extinción? No puedes poner una flecha directa entre los urogallos y la pandemia, pero sí entre la conservación de ecosistemas de los que forman parte los urogallos y la pandemia. Es lo de siempre: actuar a escala local para obtener efectos globales».

En el caso de los salmones asturianos dice que se ha perdido una oportunidad doble en el momento en que esta semana se daba permiso para volver a pescarlos tras la parada de más de dos meses por el estado de alarma. «Es un asunto en el que ha habido bastante ruido de los ecologistas protestando y los pescadores presionando. Incluso el presidente del Principado, en las conferencias con Pedro Sánchez, una de las cosas que pedía era que se reactivara la pesca. Es una oportunidad perdida primero para la especie, porque en Asturias está al borde de la extinción y no hay ninguna duda de que los salmones se van a acabar en Asturias».

El biólogo sostiene que hubiera sido una gran oportunidad haber dejado que se reprodujeran durante un año ya que los que salmones que se pescan son los que están a punto de hacerlo. «Si este año no se hubieran pescado quizá el que viene habría más juveniles y, dentro de tres, cuatro o cinco años, habría más retorno». Ya no se sabrá y, por ello, es una oportunidad perdida para el conocimiento científico: «Llevamos mucho tiempo hablando y discutiendo con los pescadores sobre si dejar de pescar beneficiaría o no a la especie. Habría datos».

«Cuando los humanos se van pasan cosas prodigiosas»

Durante el confinamiento, ha habido menos presión en los ecosistemas. «Todavía no sabemos si esa paralización tan radical ha tenido beneficios, pero observaciones hacemos todos. Miras por la ventana y ves más pájaros de los que veías habitualmente, pero también es cierto que miramos más por la venta de lo que hacíamos habitualmente. Otro factor puede ser que los pájaros estén más activos porque hay menos tráfico pero lo que es seguro es que no nacieron durante el confinamiento. Ya estaban ahí», indica Ojanguren, que también menciona otras observaciones anecdóticas como los delfines que aparecieron en las aguas de Venecia.

«Se vieron porque se estaba mirando más o simplemente se acercaron a sitios a los que no se acercaban porque se paró la presión de las actividades normales que los humanos ejercemos. La explotación humana, en un sentido amplio, paró de manera temporal y seguro que tendrá efectos. Cuando los humanos se van pasan cosas prodigiosas», indica, poniendo el ejemplo de Chernobyl, «que cerró hace 34 años, que no es nada en tiempo ecológico, y en donde hay caballos salvajes, osos o lobos que hacía muchas decenas de años que no aparecían por allí».